Hace un par de semanas, me comentaba mi hijo mayor, que tenía que hacer una redacción sobre una noticia impactante, quería escribir sobre acoso escolar, en la asignatura de Valores habían hablado sobre el tema y leído la carta que el niño Diego había dejado a sus seres queridos antes de tomar la durísima decisión de suicidarse. En la carta de despedida dejaba claro el acoso que venía sufriendo desde hacía tiempo, debido al cual ya no podía más.
En Valores habían revisado varios casos y mi hijo llegó a una interesante conclusión. Observó que varios de los niños y niñas que sufrían acoso escolar, cuyo final había sido el peor de todos, daba la coincidencia que el suicidio lo habían llevado a cabo en enero, justo tras las vacaciones de Navidad. Me preguntó a qué podía deberse y reflexionamos juntos.
Cualquier persona sometida a acoso (del tipo que sea) sufre y si está a su alcance evita la fuente de sufrimiento. Pero los niños/as no pueden evitar ir a la escuela, la educación es obligatoria y los padres no pueden protegerlos en ese espacio. En los centros escolares sea la etapa educativa que sea, el personal del centro es el que debe protegerlos, pero como se viene demostrando no siempre con la eficacia necesaria.
¿Por qué los alumnos acosados toman la drástica decisión del suicidio en enero y no en septiembre por ejemplo? Porque las vacaciones de veranos son largas, renuevan energías, recomponen tu persona del sufrimiento vivido, estás en un entorno seguro y protegido, con personas que les quieren, cuidan y valoran. Además, para muchos el “año” empieza en septiembre no en enero, coincidiendo con el inicio del curso escolar, con nuevos propósitos, con nuevas expectativas y deseos.
Si lo que se encuentra el menor es la continuación de un acoso escolar al que se le venía sometido el curso anterior, si todo sigue igual, vuelve automáticamente todo ese dolor y se vuelve a resquebrajar emocionalmente.
Las vacaciones de Navidad son mucho más cortas, no da tiempo a recuperarse, a recomponerse, cada día que pasa de las Navidades le acerca a la temida vuelta al aula, nadie le puede salvar de eso, nadie puede llegar a entender el extremo de su sufrimiento, sus seres queridos intentan cuidarle, le aman, le protegen, pero de esto no pueden librarle.
El menor tiene claro que no puede volver, no aguanta más, no puede volver a un lugar en el que pasa la mayor parte de horas útiles del día en estas condiciones y sin saber por qué…no, no puede más…y toma la única salida que ve para terminar con este sufrimiento, pero también con todo. Dejando un vacío tan horrible en sus seres queridos, que hicieron todo lo que estaba a su alcance, pero que aun así no fue suficiente.
Un dolor que vivirá siempre con los que se quedan. Un dolor que se podría haber evitado, si todos pusiéramos de nuestra parte, si tuviéramos la valentía de luchar contra la violencia, porque como suelo decir: “Es más fácil justificar la violencia que luchar contra ella”.
El Acoso Escolar no es cosa de niños. Cada vez somos más los que decimos NO. Cada vez más profesionales, familias y alumnos ponen su granito de arena contra la violencia y en concreto la violencia escolar.
¡¡Mucho ánimo, mucha fuerza y a seguir poniendo ese granito de arena en el 2018!!
Lola Alaminos
Psicóloga
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