Cuando la semana pasada nombré la agresividad como palabra clave en el contexto de la violencia en las aulas, me planteé escribir unas pequeñas líneas y poder explicar lo que significa, de qué depende y en qué se transforma.
Antes de comenzar con definiciones personales de lo que trato en mis post semanales, me gusta echar mano recurriendo a estas de manera generalizada y poder dar una visión global de las mismas, tomadas de alguna referencia bibliográfica señalada.
La agresividad es una tendencia a actuar o a responder de forma violenta.
Existen varios elementos que aparecen en la mayoría de las definiciones:
- Su carácter intencional.
- Las consecuencias negativas.
- Su variedad expresiva (física, verbal…)
Muchos nos preguntamos cuando lanzamos cuestiones afines al comportamiento humano, si esta materialización es heredada o adquirida.
Pues bien, a medida que la ciencia avanza y se invierte en investigación, van apareciendo nuevos descubrimientos con resultados cuánto menos, dignos de mención.
Y es que al margen de nuestra querida Teoría de Aprendizaje Social (TAS), donde nos explicaron cómo las personas pueden aprender cosas nuevas y desarrollar nuevas conductas mediante la observación de otros individuos, se ha dado paso a nuevos pensamientos divergentes.
Una alteración de los genes MAOA y CDH13 denominado “gen guerrero” influye en la conducta violenta.
Un estudio difundido por el Instituto Karolinska de Estocolmo, ha vinculado estos genes a un aumento de la inclinación a cometer actos violentos de forma repetida.
Es sabido por todos el aumento de la agresividad en los más jóvenes, donde estos maltratan a sus progenitores y muestran continuos episodios de violencia en la escuela.
Así que…no despertemos al guerrero.
Como dijo Carl Gustav Jung, médico psiquiatra, discípulo de Sigmund Freud “Conozca todas las teorías. Domine todas las técnicas, pero al tocar el alma humana, sea apenas otra alma humana”
Inmaculada Langa
Licenciada en Psicopedagogía
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