En los últimos años y debido a la mejora de distintas habilidades que los individuos poseemos pero que a menudo se nos olvida desarrollar, he tenido que asistir a charlas y talleres donde la comunicación no verbal era el eje fundamental.
Psicólogos, psicopedagogos, sociólogos, periodistas y criminólogos entre otros, estudian este tipo de comunicación y ofrecen sus experiencias a estudiantes en cursos y jornadas, tanto a nivel privado como complemento de formación en el ámbito universitario.
Pero hoy hablaré de un tipo de lenguaje que parece olvidado en los estudios reglados, el lenguaje inclusivo, no solo en tanto como diferencia o discriminación de género, sino como en la búsqueda de palabras integradoras que muestren una posición equilibrada.
Porque hay palabras que hieren, agreden. Por lo tanto debemos de transmitir desde la familia y la escuela, el manejo de una comunicación no excluyente.
La mayoría de las víctimas de acoso escolar sufren maltrato verbal. Motes, insultos, desprecios, comentarios xenófobos se reproducen con frecuencia en alguno de nuestros centros educativos.
Así que, necesitamos integrar y ampliar la mirada respetando a todos los que componen la vida en el aula en un gesto democrático y respetuoso. Si cambiamos el lenguaje, cambiaremos nuestra forma de pensar.
Como dijo el matemático francés Henri Poincaré, “ Una palabra bien elegida puede economizar no solo cien palabras, sino cien pensamientos”.
Inmaculada Langa
Licenciada en Psicopedagogía
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