Siempre he pensado que cuando vives en una sociedad caracterizada por el qué dirán y el agradar, te conviertes en marioneta de las modas. Por eso, no enmascares la evidencia de ser tú mismo, no dependas de las redes sociales.
La adolescencia es una de las etapas en la que los comportamientos propios y ajenos son juzgados sin miramientos a través de las redes sociales.
Y es que cuando un padre o una madre ve por casualidad el sufrimiento de su hija/o a través de una pequeña pantalla, se te encoge el corazón.
Cuando nuestros hijos sienten que un disfraz tapa sus propios pensamientos, opiniones y personalidad, algo debemos cambiar.
La importancia para nuestros jóvenes del daño de una simple imagen, nos hace pensar en qué momento se pasa de una infancia feliz, a depender de una máscara. Porque en el mundo de las redes sociales lo más “cool” es ganar, medirse minuto a minuto y observar.
Ciertas redes sociales unidas al uso de dispositivos móviles de última generación, nos invitan cada día a ser espabilados, sin escrúpulos y a ser posible, poder pisotear al más débil para conseguir nuestro objetivo, ser el/la mejor, ser líder.
Y es que se nos ha olvidado la importancia de ser diferentes. No hay nada más valioso en el mundo que ser auténticos y saber que le importas a mucha más gente de lo que te imaginas, sin tener en cuenta tu identidad sexual o simplemente como camines.
Seamos capaces de ver con ojos del alma, y no juzgar al compañero de al lado.
Enseñar a gestionar las emociones, ejemplarizar, corregir, educar en valores, preparar a poner límites y verbalizar las maravillosas cualidades que tienen nuestros hijos, serán herramientas imprescindibles en el quehacer diario paterno para conseguir que esos chavales llenos de sueños, los cumplan.
Como dijo Ralph Waldo Emerson, escritor y filósofo americano, “Ser uno mismo en un mundo que está constantemente tratando de hacerte alguien diferente, es el mayor logro”
Inma Langa
Psicopedagoga
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