La semana pasada nuestra psicóloga Lola Alaminos nos refrescó la importancia de tener en las escuelas un profesorado bien formado, valorado, que con su ejemplo ayuden a convertir a nuestros jóvenes en estupendos hombres y mujeres sin miedos, resolutivos y llenos de fuerza para levantarse cuando tropiecen en el primer obstáculo. La manera de transmitir sus conocimientos y su entusiasmo, serán clave.
Solo con mirar a mi alrededor podría nombrar a maravillosas maestras y maestros con verdadera vocación docente. Begoña, Alfonso, Esther, Manuela, Cristina, Amparo, Carmen y muchas más. Todos ellos comprometidos en la transformación de una nueva educación, impulsores en atención a la diversidad y queridos por familias y profesionales. Un ejemplo a seguir.
Pero un tanto por ciento de nuestros maestros se encuentran “quemados”, ante unas leyes que no los protegen y no hacen justicia.
El síndrome de Burnout que así se denomina a este progresivo agotamiento físico y mental, conlleva en la mayoría de ocasiones un cambio de actitud como consecuencia de una baja autoestima, fracaso, impotencia y escasa realización personal.
Situaciones como el exceso de burocratización sin apoyo específico, falta de tiempo para organizar las tareas, no contemplar las sustituciones por bajas temporales y la reducida autonomía, pueden elevar los niveles de estrés y propiciar este síndrome que afecta a puestos de trabajos relacionados con atención a terceros, como es el caso de los maestros.
Los profesionales relacionados con el mundo de la educación se sienten desilusionados cuando ven que su trabajo diario es yermo e improductivo.
Así que desde la capacitación, lógica y sentido común de las personas que dan sentido a la enseñanza, hagamos que …“ la pescadilla no se muerda la cola”.
** Hoy no mencionaré ninguna cita célebre como suelo hacer al final de mis reflexiones semanales. En esta ocasión hablaré de Begoña, una maestra incansable, fiel a sus principios y comprometida con padres y alumnos para hacer de la escuela pública una escuela mejor.
Ella, como otros tantos maestros, hacen de su profesión un arte.
Gracias hermana por compartir conmigo nuevas enseñanzas cada día.
Inmaculada Langa
Licenciada en Psicopedagogía
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