Las últimas semanas han sido tristemente duras en tema de violencia, tanto escolar como de género.
En los medios de comunicación no dejan de aparecer duras noticias, en paralelo a programas sobre acoso escolar. Y quién no ha escuchado la canción “somos valientes”. Pero, como leí hace poco en las redes sociales: “¿dónde están esos valientes?”
La realidad es que no cesan los sucesos violentos, suicidios por acoso escolar, la agresión a compañeros de instituto donde se presume el acoso escolar subyacente. Para no irnos más lejos, esta semana un grupo de adolescentes, con miembros que ni siquiera llega a esta etapa evolutiva (porque con 12 años aun se es niña), agrediendo a una compañera, y grababan ellos mismos dicha agresión para colgarlo en las redes sociales, como si de un trofeo se tratara…Por supuesto sin que nadie interviniera, ni detuviera dicha agresión, ni adultos ni críos, ni valientes, ni cobardes, nadie.
En uno de mis post más recientes traté precisamente este tema, tan delicado, de responsabilizar a los alumnos-observadores de la lucha contra el acoso escolar. En los últimos tiempos las principales acciones en la lucha contra esta lacra, se centra en involucrar a los observadores, como se está comprobando sin el resultado esperado.
La lucha contra el acoso escolar debe ser afrontada desde una perspectiva integral, eso significa: un protocolo en el que se contemplen acciones desde la prevención, la detección temprana y la intervención. Esto implica integrar en el plan de prevención tanto al centro escolar, a las familias de los alumnos y como es obvio, a los alumnos.
Recalca la importancia de las acciones de prevención, que son fundamentales, así como un Plan de convivencia escolar, directamente relacionado con el protocolo antiacoso.
Una óptima convivencia escolar es el primer pilar para abordar acciones de prevención, como: la educación emocional, formar en asertividad, en empatía, así como en intervención grupal, entre otros.
Si a lo que aspiramos es que los mismos compañeros (observadores) afronten y frenen situaciones de acoso que puedan presenciar, el objetivo debería ser que lo hagan como grupo, no como individuo, ya que en ese caso se corre el riesgo de no-acción por delegación de la responsabilidad en los demás y otros posibles efectos negativos, como que el acoso se vuelva en contra del “valiente” que ha dado la cara por el “débil” (entiendo que al débil se refieren como aquel individuo en condición de inferioridad, porque cualquiera puede ser el objetivo de una acción de acoso y violencia) y sufra situación de acoso posteriormente. El objetivo a conseguir entonces se dirige a que el grupo es el que frena la agresión de forma pacifica pero contundente.
La detección temprana es vital, para evitar las profundas consecuencias del acoso en los implicados. Pero en el supuesto de que el plan de convivencia y la prevención no haya sido suficiente y se llegue a situación de acoso, la intervención debe llevarse a cabo con todos los implicados: acosado, acosador/es y observadores, de forma integral, así como en todo el centro escolar, a los alumnos y alumnas, profesores y personal externo. El acoso escolar es un fenómeno social, así debemos considerarlo y afrontarlo, poniendo cada uno todo lo que esté a nuestro alcance para erradicarlo.
“A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.” –Madre Teresa de Calcuta
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